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:: Casuales inconsecuencias ::

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  El precedente sabe que no puede alborotarse como una mañana sin misterio,  congelada,  aludida  hacia el olvido de los miles de días que se marcharon lejos y se olvidaron de ti.  Es el torbellino siniestro que se adula y se acaricia,  se conmueve de su propia indolencia,  gira como un discreto murmullo que no supo cambiar su admiración por aquel que le supo interesante,  ese que le hablaba y lo invitaba,  ese viento extraño que soplaba lejos,  al otro lado de la gran montaña por donde cabalgaron los insensatos,  siglos anteriores,  liderando estoicas migajas que cambiaron por una libertad que nunca pensaron venderlas en el mercado de la ingenua malversación de emocionados discursos de marmotas que gritaron con sangre:  ¡Libertad! Ese precedente sabe que los filmes de inicios del siglo veinte,  por donde los que se amaron juraron encontrarse en viejas plazoletas escondidas de toda la memoria,  mienten.  Y vaya que si, que mienten.  Mienten porque el amor despues,  el amor despues se p

:: Imperturbable ::

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Posado el pájaro, sus plumas de negras sombras cubren como un velo, el manojo de mis ideas. La chimenea ardiente escupe un vapor ladino, en gélidos términos, helando el espacio abultado de mis preocupaciones, nublando la percepción, encubriendo la miserable salvedad de quienes afanan la confianza directa de la libre disposición de mis pasos. Transito como siempre, en senderos desconocidos, vertiginosos y escasamente audaces. En completo silencio, un sacerdote de las decisiones se cierne de un espacio virtualmente ajeno, desolado, un desierto de risas y lazos con la historia que no incumbe ni compromete. El desierto de los parias, los que gozan de una inusual ausencia de la suerte, aunque afortunados conllevan su destino en completa y emancipada contemplación del entorno, como un espejo de las otras entidades que cuelgan de las paredes del plano existencial. Asuntos que se aremolinan en los senderos con miradas perdidas y estampadas en los adoquines, la ciudad como el eterno barrote que

:: Un pequeño suspiro ::

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Un pequeño susp iro, hojas digitales que se fueron apilando sin que me diera cuenta, es toda una historia, mi historia, como el código, en un lenguaje digitalmente elaborado con un propósito: el de despistar. En ese despiste se fueron juntando miles de historias, una que otra simulada entonación madura de lo que nunca ha sido factible, de lo que no termina de acontecer: entrar a este mundo a través del portal que me ofreció mi madre, para ubicarse y definirse, para elaborar madurados preceptos y luego lanzarlos al vacio del olvido, de la vergüenza, descascararse y seguir en la ruta, buscando morir dignamente mientras sigue la aventura que, a fin de cuentas, sigue sin importarle a nadie (debo reconocer que esta última frase me ha robado una carcajada). A veces cuando escribo, pienso en que es irrelevante escribir, quizás por eso cuando las personas escriben, lo hacen a través de otras personas, narran historias imaginarias basadas en situaciones reales: para nadie es un misterio que la

:: Yo tuve una banca, me la fabricó mi madre ::

 La banca se asume cansada y se despoja de mi existencia. Hace años la fabricó mi madre. Hoy, apolillada, se largó muy lejos hacia el olvido, si no fuera porque aún recuerdo cuando te fumabas las tardes y perdías la mirada que volando hacia el vacío del cielo supo encumbrarte para seguirte en muchos asuntos sin importancia aparente. Declaro ahora que hablo en nombre de mi y de todos los que habitamos este cuerpo. Todos eso que se quedaron en su propio tiempo,  y otros que, escondidos en las esquinas redondas de mis ideas, suelen asomarse para susurrar discretas esperanzas ante tanta humedad grisasea que a la mitad del camino suele presentarse puntualmente a cualquier hora posible. Es en esta mitad del camino que recordé cuanto tiempo he dejado de ladrarle a los perros cuando me confrontan fijamente a los ojos. Antaño corría desparramado entre tantas nubes de polvo, por caminos quejumbrosos y malolientes. Ahora me cuido hasta de mi sombra, soy un indecente eslabón que cumple su cometido

:: Descosido::

En silencio.  En círculos.  En calma. Sin trifulcas ni dolencias. En una paz rutinaria. Con ganas de que los días se cierren como pétalos cansados de tanto fingir expectativa. El hilo que se desprende de los vínculos y las historias que lejos se acomodan como recuerdos vagos, se destilen y tienden a representar significados que no son fieles al pacto que se comprometió. Vagando en la nubilicencia intimista, clavo estacas en el tiempo para recordarme las emotivas inocentes precipitaciones hacia lo inevitable, la pronunciación del olfato que dirige una mirada hacia el profundo aroma de lo inconcluso, en ese diminuto espacio donde pudimos acontecer alguna vez. Siempre vuelvo a encontrarme con este ritmo amargo que se resiste a dejarme. Tal vez hubo algo, no lo sé, un misterio en blanco, un disfraz entre tanta inclemencia, mal que mal pudimos seguir siendo sin nosotros, y esto es sólo un accidente, un resquicio, un Pilatos que rezamos todas las noches por el simple hecho de que no éramos..

:: Cuarenta y tantos dobleces .::

  Doble o nada,  hace tiempo que dejé de leer conversaciones de otros tiempos. Bitácoras de días que se marcharon, épocas que giraron como un delicado relámpago, ahora tienen olor a tierra, a siembra, a un pequeño y diáfano accidente que nubla los misterios y se reconstituye como un anodino arsenal de privilegios que se apresuran en dibujarme una larga sonrisa antes de ir a cerrar la puerta de mi oficina. Y si no causan risa, no valen la pena evocarlos. El dolor moral de un sentimiento que ya no nos pertenece, hoy debe tratar de hacerte cosquillas o al menos que alcance para que tus manos se abalancen a sostener toda la vergüenza centelleante de una mirada que necesita esconderse al menos unos segundos mientras recitamos este "pero como fui tan aweonao pa' caerme de esa manera". Siempre aparecen medallas en la piel, mas aún cuando uno piensa que las dejó atrás. Siempre creciendo y esperando que algo nos sorprenda, como un sutil engaño estigmatizado en una esperanza. Me vi

:: Trompo Estelar ::

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La lienza que amarra el cuerpo del tiempo , tu cuerpo, el mío, el de ellos y aquellos.  Lanzados con violencia al vacío propio de la conciencia estridente que gira y gira en su propio eje, en su propio ego , en su propia historia particular, mintiendo y sonriendo en trescientos sesenta grados, girando, torciendo, mientras la velocidad de tu propia vida desciende y a veces tropiezas, caes, te hundes, giras el miedo , vuelves a girar, avanzas, el giro destellante expele relámpagos en cada siseo de tu aliento; eres velocidad en calma larga como la historia del giro de la tierra, el trompo que lanzado por los dioses, gira sin sentido, colgado en el bastidor del universo, cuando miras al cielo y sigues girando,  sobreviviendo .